“Tchink, tchouk, tchouk,
sriiiii”…
Llama el mirlo a
Cayetana, paradito en una rama del árbol del jardín.
Es que es verano, y al atardecer se reúnen los mirlos a cantar en lo alto de los árboles… y Cayetana, que sabe el idioma mirlo, los escucha atentamente, sentada bajo la sombrita de una rama.
Y así pasan las tardes veraniegas, sintiendo la suave brisa del viento a
través de las ramas y escuchando el canto del mirlo “chink, chink, chink”.
(Esta es una historia inspirada en los pájaros y árboles de la casa en la que viví toda mi infancia, en La Molina Vieja... todavía esos árboles están ahí, y siguen los mirlos, cuculíes, picaflores, petirojos y muchos otros pájaritos más cantando y posándose sobre sus ramas)
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